domingo, 17 de abril de 2016

Confesiones de domingo

  •           Tú no me cuentas nada. (…) Sí, cosas sin importancia sí, pero lo que te importa en serio no me lo cuentas. ¿No confías en mí? Siempre omites información y es justo lo importante.
  •           Sabes, el otro día me di cuenta de algo. Mírame a ver… Sí. Cuando te miro a los ojos, bajas la vista (…) A ver, pero inténtalo. Mírame 10 segundos a los ojos sin mirar para otro lado.
  •          ¿Te has dado cuenta que nunca me das besos cuando lo hacemos?

Tres contextos, preguntas y personas diferentes. La misma sensación. El mismo acto reflejo de bajar la cabeza y sonreír hacia la izquierda seguido de un “Sí, es cierto. No me había dado cuenta”.

La verdad si lo había notado. Es el método de defensa que se tiene cuando comienzas a sentirte vulnerable, demasiado expuesta, “a poto pelao’”. Tu respuesta al miedo que te produce sentir o querer más de la cuenta. El rechazo involuntario que te dan ciertas actitudes porque llega a ti esa voz que te invita a no dar más de la cuenta para evitar que te hagan bolsa.

Y con el tiempo terminas por ceder porque tu memoria para ciertas cosas es frágil y el perdón no es un don divino sino humano.  Y es que más allá del miedo está el “¿Por qué no?”. Bruta de mierda.

Es en ese momento cuando después de tanto presionarte para ser libre de sentir o decir lo que sientes y te importa, que el interés en ti se acaba. “Es que yo siempre te dije…” ¿Y por qué hacías lo contrario? ¿Cuál era el afán entonces? Quizá mi sordera y ceguera es demasiado avanzada ya que jamás vi ni escuché lo que debía. Lo más probable es que yo no quería entender. Ese es mi problema. Por eso el miedo, porque en el fondo yo sabía que iba a terminar así siempre, con quien sea. Porque finalmente, yo soy el problema, mi inseguridad.

No hacen falta agallas para decir lo que se siente pero si se debe de tener la confianza y seguridad necesaria como para despojarse del orgullo, la angustia y la cobardía que se arrastra y verbalizar él POR QUÉ.


Supongo que es por eso que algunas personas se sienten “liberadas” al decir sus verdades. Yo por mi parte, sigo aquí con muchas cosas que hubiese dicho y hecho y jamás tuve valor suficiente de demostrar. Sigo siendo cobarde porque ni a mí misma me permito decírmelas en voz bajita.