- Tú no me cuentas nada. (…) Sí, cosas sin importancia sí, pero lo que te importa en serio no me lo cuentas. ¿No confías en mí? Siempre omites información y es justo lo importante.
- Sabes, el otro día me di cuenta de algo. Mírame a ver… Sí. Cuando te miro a los ojos, bajas la vista (…) A ver, pero inténtalo. Mírame 10 segundos a los ojos sin mirar para otro lado.
- ¿Te has dado cuenta que nunca me das besos cuando lo hacemos?
Tres contextos, preguntas y
personas diferentes. La misma sensación. El mismo acto reflejo de bajar la cabeza
y sonreír hacia la izquierda seguido de un “Sí, es cierto. No me había dado
cuenta”.
La verdad si lo había notado. Es el
método de defensa que se tiene cuando comienzas a sentirte vulnerable,
demasiado expuesta, “a poto pelao’”. Tu respuesta al miedo que te produce sentir
o querer más de la cuenta. El rechazo involuntario que te dan ciertas actitudes
porque llega a ti esa voz que te invita a no dar más de la cuenta para
evitar que te hagan bolsa.
Y con el tiempo terminas por ceder
porque tu memoria para ciertas cosas es frágil y el perdón no es un don divino
sino humano. Y es que más allá del miedo
está el “¿Por qué no?”. Bruta de mierda.
Es en ese momento cuando después de
tanto presionarte para ser libre de sentir o decir lo que sientes y te importa,
que el interés en ti se acaba. “Es que yo siempre te dije…” ¿Y por qué hacías
lo contrario? ¿Cuál era el afán entonces? Quizá mi sordera y ceguera es
demasiado avanzada ya que jamás vi ni escuché lo que debía. Lo más probable es
que yo no quería entender. Ese es mi problema. Por eso el miedo, porque en el
fondo yo sabía que iba a terminar así siempre, con quien sea. Porque finalmente,
yo soy el problema, mi inseguridad.
No hacen falta agallas para decir lo
que se siente pero si se debe de tener la confianza y seguridad necesaria como
para despojarse del orgullo, la angustia y la cobardía que se arrastra y
verbalizar él POR QUÉ.
Supongo que es por eso que algunas
personas se sienten “liberadas” al decir sus verdades. Yo por mi parte, sigo
aquí con muchas cosas que hubiese dicho y hecho y jamás tuve valor suficiente de
demostrar. Sigo siendo cobarde porque ni a mí misma me permito decírmelas en
voz bajita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.